“Si durante mucho tiempo el trabajo ha sido visto como el vector de libertad de las mujeres, es un lugar donde se crean y mantienen las desigualdades económicas”

IEl 8 de marzo es el día anual designado por la comunidad internacional para celebrar los derechos de la mujer. Sin embargo, cada año, esta fecha es una oportunidad para que las asociaciones feministas recuerden que las pequeñas victorias no deben hacernos olvidar las desigualdades aún golpeadas, a veces incluso mantenidas por el Estado.

Entre ellos, las desigualdades económicas son una realidad aceptada como inevitable, debido a la extensión y recurrencia de este flagelo. Si el mercado laboral crea de raíz estas desigualdades, el propio Estado tiende a mantenerlas, incluso a acentuarlas, en particular a través de su reforma de las pensiones, generando verdadera violencia económica contra las mujeres.

Las facetas de esta violencia económica son múltiples: puede tomar una forma individual y manifestarse dentro de la pareja, por ejemplo cuando la pareja se apropia de los recursos de la mujer, o le impide tener una cuenta bancaria separada.

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De hecho, el 20% de las llamadas al 3919, el número de emergencia por violencia doméstica, se refieren a denuncias de violencia económica. Esta forma de violencia está bien calificada como violencia doméstica por el Convenio de Estambul, un instrumento de derecho internacional depositado por Francia. Sin embargo, en la legislación francesa, esta violencia penal económica no se trata como tal.

sistema patriarcal

Más allá del marco marital, el sistema patriarcal en su conjunto crea condiciones económicas desfavorables y dañinas para las mujeres y, por lo tanto, genera violencia económica.

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A la inferioridad de recursos económicos se suma toda una serie de violencias ligadas a sus condiciones de vida. Las mujeres están sobrerrepresentadas entre los pobres: son las primeras víctimas de las viviendas precarias y luchan por satisfacer sus necesidades básicas, la alimentación o la higiene. También enfrentan más dificultades para acceder a la atención y los servicios de salud.

La salud parece ser una preocupación secundaria para las mujeres, después de la vivienda y la alimentación, como lo demuestra la baja tasa de detección de cáncer de mama y cáncer de cuello uterino entre las mujeres en situaciones precarias. Algunas de ellas no tienen seguro mutuo, enfrentan obstáculos prácticos como la barrera del idioma, o incluso se les impide consultar a un médico debido a la violencia que experimentan.

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Si el trabajo ha sido visto durante mucho tiempo como el vector de la libertad, es un lugar donde se crean y mantienen las desigualdades económicas.

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