“Llevamos años alertando a los poderes públicos del deterioro de la situación económica de los autores”

contra20 días sin nada por la «cultura».

La palabra está desesperadamente poco presente en las treinta y cinco páginas que detallan la hoja de ruta del gobierno de Elisabeth Borne para los próximos tres meses. Ni una sola vez (salvo muy marginalmente) salta a la mente de quienes detallan los medios que pretenden movilizar para que la ambiciosa y bonita fórmula de “Francia más fuerte” ser realidad mañana.

Sin embargo, la palabra «cultura» merecía aparecer desde el principio, en torno a lo que el documento identifica como «prioridad 1» de este programa, es decir “Alcanzar el pleno empleo y reindustrializar Francia”. Porque el sector del libro entra en el ámbito de lo que la terminología oficial llama «industrias culturales y creativas», y que hoy pesan más que la industria del automóvil. Entre estos, su peso económico representa una facturación considerable, revelando a 4 mil millones de euros.

El primer proyecto abierto por la hoja de ruta se llama “Transponer el acuerdo interprofesional nacional sobre reparto de valor para fomentar el desarrollo de las distintas herramientas a disposición de las empresas (participación en beneficios, reparto de beneficios, plus de reparto de valor, ahorro para empleados, participación en el capital social)”. Una frase que nos toca el corazón. Se hace eco de una de nuestras demandas fundamentales: la “valor compartido” dentro de la cadena del libro.

El fin de la no recepción

Llevamos años alertando a las administraciones públicas sobre el deterioro de la situación económica de los agresores y su precariedad: encuestas e informes públicos, observatorios y barómetros elaborados por nuestros organismos profesionales lo documentan periódicamente. Incansablemente. Inexorablemente. Y llevamos años pidiendo un mejor reparto de este valor: cómo es que al sector del libro le va bien, incluso muy bien, mientras escritores, traductores, ilustradores, autores de cómics, etc. ¿Lo está haciendo cada vez más mal?

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El tema que llevamos años movilizando. Pero nuestros socios editoriales se niegan a discutirlo con nosotros: hace unos meses, se opusieron a nosotros con un final de no recepción, con el pretexto de que nuestras propuestas podrían poner en peligro toda la economía del libro.

En estas condiciones, ante un pronóstico tan sombrío, basado únicamente en las afirmaciones de los grandes grupos editoriales-difusores-distribuidores cuya concentración y financiarización es cada vez mayor, ¿por qué abrir el debate, examinar a la ligera el contenido incluso de lo que podemos mejorar? la remuneración de los autores de libros?

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