Suecia se ha convertido en el socio número 32 de la OTAN de manera oficial este jueves en Washington. En una ceremonia en el Departamento de Estado, el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, y el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, han ratificado el acceso del país escandinavo al Tratado del Atlántico Norte, dos años después de que la invasión rusa de Ucrania desencadenara un profundo cambio en las posiciones de seguridad nacional de Estocolmo que le ha llevado a abandonar dos siglos de neutralidad militar.
“Verdaderamente, hoy es un día histórico. Suecia ya es parte de la OTAN”, subrayaba Kristersson, al entregar la documentación formal al secretario de Estado. Por su parte, Blinken le daba la bienvenida y apuntaba: “Hoy hemos reforzado el escudo (de la Alianza) contra las agresiones. Ponemos a más gente bajo su protección, de manera que juntos podemos centrarnos en el verdadero trabajo, mejorar las vidas de nuestros pueblos”. El acceso formal se ha completado pocas horas después de que Hungría, el último socio en dar su visto bueno la admisión, entregara los documentos de ratificación.
It’s official – #Sweden is now the 32nd member of #NATO, taking its rightful place at our table. Sweden’s accession makes NATO stronger, Sweden safer, and the whole Alliance more secure. I look forward to raising their flag at NATO HQ on Monday.
— Jens Stoltenberg (@jensstoltenberg) March 7, 2024
Tanto el presidente de EE UU, Joe Biden, como el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, han emitido palabras solemnes con motivo de la adhesión. Con el ingreso de Suecia, la OTAN “y la seguridad transatlántica son más fuertes que nunca”; “nuestros valores democráticos, y nuestra disposición a luchar por ellos, es lo que hace a la OTAN la mejor alianza de la historia”, ha señalado Biden en un comunicado. Stoltenberg se ha expresado en términos similares: “Es un día histórico. Suecia ocupará ahora el lugar que le corresponde en la mesa de la OTAN […] y hará a la OTAN más fuerte, a Suecia más segura y a toda la Alianza más segura”.
Suecia, indicaba el jefe de la diplomacia estadounidense, aportará a la organización “capacidades únicas, en los mares Ártico y Báltico. Por supuesto, contribuirá más del 2% de su PIB a la defensa y seguirá liderando el camino para todos los miembros de la OTAN”. “La razón de que esto encaje de modo tan potente, tan fuerte, es que Suecia encarna y promueve los valores fundamentales que son la razón de ser de la OTAN: la democracia, la libertad, el Estado de derecho”, agregaba.
Kristersson será esta noche uno de los invitados de honor de la primera dama, Jill Biden, en el discurso sobre el Estado de la Unión que el presidente Joe Biden presentará ante las dos cámaras del Congreso. El discurso representa el acto más solemne del calendario político estadounidense y, este año, marca el comienzo de la campaña electoral que enfrentará al jefe de Estado con el republicano Donald Trump por el liderazgo del país.
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Alto simbolismo
La ceremonia de este jueves tiene un significado especialmente simbólico en Washington. De resultar reelegido, Trump amenaza con saltarse el principio fundamental de la Alianza, la defensa colectiva, y dejar que Moscú haga “lo que diablos le dé la gana”, como dijo el pasado febrero, con los países miembros que no inviertan al menos el 2% de su PIB en gasto militar. Sus palabras han sembrado la inquietud en el resto de países miembros. Biden, por contra, hace gala de su compromiso con la organización, durante décadas el gran pilar de las relaciones trasatlánticas.
Para Suecia, que durante dos siglos había optado por la neutralidad en los conflictos internacionales, el paso representa un giro de 180 grados en su política exterior y de defensa, impensable hace apenas tres años. La agresión rusa a Ucrania le hizo concluir que la garantía de defensa común de la organización, el principio de que si uno de los miembros resulta atacado los demás están obligados a acudir en su auxilio, representaba su mejor carta para estar protegida ante posibles actos hostiles de Moscú. “Tenemos que afrontar el mundo como es, no como nos gustaría que fuera”, había declarado Kristersson después de que Hungría ratificase la semana pasada la admisión de Suecia.
“La situación de la seguridad en nuestra región no ha sido así de seria desde la II Guerra Mundial. Rusia seguirá siendo una amenaza grave a la seguridad euroatlántica en el futuro previsible. Ante esto, Suecia pidió unirse a la Alianza, para ganar seguridad, pero también para aportar seguridad”, declaraba Kristersson en la ceremonia de este jueves en el Departamento de Estado.
Para la OTAN, la entrada de Suecia, sumada a la reciente de Finlandia, que se consumó en abril del año pasado, supone su mayor expansión desde el acceso de los países del Este europeo, en una zona clave. Los dos flamantes miembros comparten una frontera de 1.340 kilómetros con Rusia; y, con ellos, la Alianza consigue estar presente en todo el mar Báltico, con la excepción del enclave ruso de Kaliningrado entre los Estados bálticos y Polonia. La bandera sueca se izará en la sede de la OTAN en Bruselas en una ceremonia el próximo lunes.
La membresía de Estocolmo y Helsinki refuerza la capacidad de la Alianza de asistir por vía marítima a sus miembros bálticos —Estonia, Letonia y Lituania—, hasta ahora muy vulnerables a un hipotético ataque ruso. Suecia, puerta de entrada al Báltico y conexión entre este mar y el océano Atlántico, aportará a la organización una moderna flota de submarinos y Gripen, los aviones caza de fabricación autóctona. Su isla de Gottland es estratégica para el apoyo a los tres Estados bálticos.
La consumación del acceso de Suecia representa un golpe para Moscú, que ha amenazado con adoptar “medidas políticas y técnico-militares” que no ha especificado como respuesta al paso de Estocolmo. La semana pasada, el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, advertía que “las largas décadas de buena vecindad han quedado hechas añicos” porque a partir de ahora las tropas estadounidenses “tienen el derecho de hacer lo que les dé la gana en Suecia, visitar cualquier instalación y crear las suyas propias”.
Aunque el país solicitó la entrada en la OTAN en 2022 —meses después de que su Ministerio de Defensa hubiera rechazado solicitar el ingreso—, su membresía llega un año después de la de Finlandia. Turquía y Hungría, dos gobiernos que mantienen relaciones cordiales con Rusia, fueron los últimos en dar el visto bueno unánime requerido de los países miembros de la Alianza para aceptar un nuevo socio.
Turquía cedió el mes pasado, días antes de que Washington aceptara una venta de aviones F-16 a ese país. Budapest no dio luz verde hasta una visita de Kristersson hace dos semanas, en la que ambos países cerraron un acuerdo para el suministro de aviones caza suecos a Hungría.
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