Las primeras veces de Osvaldo Soriano | deportados

Portada del libro ‘Arqueros, ilusionistas y goleadores’ de Osvaldo Soriano.

El escritor argentino Osvaldo Soriano describió las miserias de la existencia en un partido de barrio, que es donde se descubren muchas de las cosas de la vida. Era una pachanga con todos los elementos: el amigo poco dotado para el fútbol al que, sin embargo, se le da fenomenalmente bien radiar los partidos, lo que lo convierte en imprescindible para elevar el nivel y la tensión del duelo; las polémicas sobre si una pelota fue o no «alta», ese concepto tan laxo sobre el que se podría debatir horas y horas sin llegar a un acuerdo; una remontada tirando a epica, con los rivales de Honor y Patria fallando una ocasión tras otra; un padre —el de Soriano— ajeno al fútbol que se ofrece para arbitrar el partido. El escritor jugaba de nueve. Anotó su primer gol y, antes de someterse al marcador, su padre le pidió que le jurara que no había controlado el balón con la mano. Lo juró. Y era verdad. Al final del partido, Soriano controló un balón en el área rival. Un defensa le birló el esférico con elegancia pero él gritó como si le hubiera pegado una patada. El árbitro dijo penalti. Lanzó la pena máxima con «deleite perverso». Sabía que era injusticia y sentía, de alguna forma, que se adentraba en una nueva dimensión de la existencia.

Arqueros, ilusionistas y goleadores (Altamarea) reúne escritos sobre fútbol de Soriano. Una mezcla de relatos, recuerdos, crónicas y apariencias que tienen el fútbol como elemento vertebrador. Se suele decir que no se conoce a una persona hasta que se la observa jugando al fútbol —cómo se relaciona con el equipo, cómo defiende o cómo ataca—.

A través del humor y una melancolía sabiamente enfocada, Soriano enlaza recuerdos de su infancia, cuando soñaba con ser jugador de San Lorenzo de Almagro. Uno, absolutamente imborrable, que se entrelaza con el de su primera novia: su primer gol. Que sucedió como sucedió todos los goles en los partidos de verdad —aquellos en los que hay árbitro—. Una serie de acontecimientos hicieron que el balón llegara a sus pies. El decir de su equipo la pifia al intendar rematar y ese gesto descoloca a la defensa rival. Soriano sabe, intuye, que su vida va a cambiar para siempre. Launch a tiro raso y cruzado que se adentra en la portería contraria. Jamás olvidará aquella imagen. Como tampoco olvidara aquel lunes de 1958 en el que, en una butaca rota de un cine vacío, hizo el amor por primera vez.

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