“La transición climática es una transformación análoga en su magnitud a las revoluciones industriales del pasado”

Ias acerías de ArcelorMittal en Dunkerque (Norte) y Fos-sur-Mer (Bouches-du-Rhône), las cementeras Vicat, Lafarge y Calcia, las plantas químicas en Grand Est, las fábricas de fertilizantes Yara y Borealis, las vidrierías en “ Arques (Pas-de-Calais), las refinerías de Esso-ExxonMobil y TotalEnergies… Mucho se movía en Bercy, el jueves 6 de abril, para debatir la transición energética con el Ministro Delegado de Industria, Roland Lescure.

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Los cincuenta sitios afectados por la invitación ministerial representan el 11% de las emisiones de gases de efecto invernadero en Francia y el 60% de las de toda la industria. Pesado, entonces. El Gobierno se ha comprometido a duplicar las ayudas para la descarbonización, que aumentarán hasta los 10.000 millones de euros para el periodo 2022-2027, si los fabricantes prometen duplicar su esfuerzo.

El gobierno está activo del lado de la industria pesada, la más eficiente porque está altamente concentrada. Para el resto, transporte, vivienda o agricultura, es otra historia. Como señala el economista Jean Pisani-Ferry, la transición climática es una transformación análoga en su magnitud a las revoluciones industriales del pasado. En mayo, debe presentar un informe completo al Primer Ministro sobre el desafío macroeconómico de esta transición. En otras palabras, cuánto le costará a la comunidad y cómo encontrar la manera de financiarlo.

Dar valor a la descontaminación

Debía discutirlo, el jueves 6 de abril, como parte de la economía de Primavera en el Consejo Económico y Social. Habrá que cambiar el equipo. Esto requerirá una inversión adicional de más de 70.000 millones de euros al año, o el 2,5 % del producto interior bruto en 2030. Al mismo tiempo, también será necesario permitir el progreso técnico en alternativas limpias y animar a ciudadanos y empresas a reducir drásticamente su consumo.

Su colega Patrick Artus estima así que, para cubrir las necesidades tricolores en 2050, será necesario aumentar la producción eléctrica en un 40% y, al mismo tiempo, reducir el consumo total de energía en un 25%. No obstante, como señala su colega Jézabel Couppey-Soubeyran, una serie de gastos no loables, en particular los sociales, para llevar a cabo esta transición, sólo podrían ser cubiertos por el Estado o por fondos de ayuda específicos.

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Un proyecto titánico, con medios limitados. A menos que este cambio traiga consigo beneficios incalculables, en términos de bienestar, salud o soberanía. Para Patrice Geoffron, profesor de Paris-Dauphine, la motivación no debe ser solo salvar el planeta -Francia es demasiado pequeña para tener un gran impacto- sino dar valor a la descontaminación. lo que él llama “Solución sin remordimientos”. Al ayudarlos.