“Europa no ha dejado que sus ambiciones climáticas se hagan añicos”

Iuna guerra en Ucrania condujo a una violenta crisis energética en Europa que podría haber hecho añicos nuestra ambición climática. Ante la escasez de combustibles fósiles disponibles, sus precios se han disparado, al igual que los de la electricidad producida marginalmente por gas natural. ¿Seguía siendo necesario aumentar estos precios mediante el juego del “mercado del carbono”, en el que se negocian las cuotas de emisión de las empresas europeas?

Polonia había propuesto en 2022 limitar el precio de la cuota a 35 euros por tonelada. Hungría incluso había propuesto abandonar pura y simplemente el sistema, a sus ojos una construcción dañina de los tecnócratas de Bruselas. En 2023 se quita la duda, y el precio de cuota va bien. Se acerca a la barra simbólica de los 100 euros. Es una excelente noticia, porque tal nivel de precios acelera el aún insuficiente ritmo de descarbonización de la economía europea.

Mejor aún, la guerra en Ucrania no ha descarrilado el proceso de reforma del mercado de carbono puesto sobre la mesa en julio de 2021 por la Comisión Europea. En diciembre de 2022, el Parlamento y el Consejo Europeo incluso lograron acordar tres pilares, que lo convertirán en una herramienta central del Apto para 55 («Ajustar a lente 55»), este paquete legislativo y reglamentario pretendía alcanzar el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 55 % en Europa para 2030 (en comparación con 1990).

Los tres pilares de esta acción

Pilar uno: la reducción del número de permisos de emisión, y por tanto, mecánicamente, de las emisiones reales de los sectores cubiertos. Esta caída estira el mercado de permisos y aumenta sus precios, alentando a los emisores a descarbonizar su producción donde menos se paga. Durante una década, la falta de ambición mantuvo los precios de los permisos en niveles irrisorios. Con el objetivo de reducción del 55%, eso ya es historia. Sabiendo que queda más de la mitad del camino por recorrer en solo siete años, el desafío es, sin embargo, colosal.

Pilar dos: la extensión del precio europeo del carbono. Tendrá dos direcciones principales: el transporte marítimo, que hará pagar el costo del daño climático por las emisiones de los barcos que transportan todos los bienes importados que consumimos; el transporte, el uso de edificios y pequeñas unidades de producción, todos los cuales hasta ahora no han estado sujetos al sistema de permisos de emisión.

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Pilar tres: la abolición de las asignaciones gratuitas de permisos junto con un mecanismo de ajuste fronterizo de carbono. Este mecanismo de ajuste consiste ni más ni menos en hacer que los importadores de bienes de carbono paguen el mismo precio del carbono que los fabricantes europeos. Consideremos, por ejemplo, que al precio actual del carbono, el costo de producir acero de nuestros altos hornos se incrementa en un tercio. Por lo tanto, esta medida es fundamental para luchar contra el dumping verde y para una competencia leal.

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