Da igual el bando ideológico. No se diferencia a un autócrata por estar ubicado a la derecha o a la izquierda del espectro político, sino por situarse —o pretender hacerlo— en el puesto más alto posible.

Populismo, polarización y posverdad. Esta es la fórmula que utiliza este tipo de líderes alrededor del mundo para obtener, ejercer y conservar un poder ilimitado, según el análisis que desarrolla moises naim en ‘La revancha de los poderosos’ (Debate, 2022).

Estos personajes no son nuevos, pero sí han evolucionado en sus formas de actuar, aprovechando las herramientas digitales. En su mayoría, nos son tan descarados como los dictadores tradicionales. Como el de Corea del Norte, por ejemplo. Se diferencian de las dictaduras de vieja escuela, como la cubana, porque pretenden guardar las apariencias.

Según explicó el intelectual venezolano, después de la Unión Soviética la comunidad internacional logró nuevos consensos sobre la legitimidad política, y los autócratas suelen disfrazarse de mócratas obteniendo el poder mediante procesos democráticos. El problema es que, una vez allí, corroen cualquier contrapeso que pueda limitar su poder ejecutivo. No saltarse las leyes decididas; la modificación en beneficio propio.

Nicolás Maduro junto a (de izquierda a derecha) Daniel Ortega, Luis Arce, Ralph Everard Gonsalves y Raúl Castro durante el acto conmemorativo de los 10 años de la muerte de Hugo Chávez

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Silvio Berlusconi, Hugo Chávez, Víktor Orbán, Nayib Bukele o Andrés Manuel López Obrador. Sean de países desarrollados o no. Como señala Naím en su libro, los autócratas alrededor del mundo tienen ciertas características en común. Erosión institucional. Su pesimismo con respecto a la situación en la que se encuentran. Mencionar constantemente la existencia de amenazas externas que requieren la unidad nacional. Creen que la migración es un problema. Desprecian a los científicos que señalan realidades poco cómodas para ellos. His fanáticos de las fuerzas armadas, que utilizan a menudo para intimidar a los disidentes. Atacan a los medios de comunicacion, a quienes consideran enemigos hosts. Y, ante todos los inconvenientes, estos líderes carismáticos Se presenta como la respuesta, la cara de la lucha contra las malvadas elite opresoras del pueblo.

En términos marxistas, “agudizan las contradicciones”. Criminalizan a los rivales políticos y los encarcelan. Demonizan tiene rivales conocidos. Fomentan las divisiones y estimulan la polarización en la qu’ulta difícil legar à acuerdos con los oponentes, que en realidad son vistos como enemigos sin derecho à alcanzar el poder.

Silvio Berlusconi igresó a la política para evitar la prisión y obtuvo su artillería mediática para afianzar su poder

EDUCACIÓN FÍSICA

Sí esa dinámica funciona porque alrededor de las figuras autocráticas se juntan masas de fanáticos. Naím lo explica con una analogía del fútbol: los autocráticos, más que líderes, son estrellas para sus fans, y, para estos últimos, identificarse y apoyar a un equipo deja ser divertido si no hay un adversario al que Oponerse y odiar.

Además, sus maestros consumidos en la distorsión de la realidad, que va mucho más allá de la mentira, porque, según explica el autor, «el principal objectivo no es que se acepten las mentiras como verdades, sino enturbian las aguas hasta que se difícil distinguir la diferencia entre verdad y falsedad”.

El poder del dinero

Saquean las arcadas públicas no solo para enriquecerse sino para afianzar su poder. Mantener al ejército contento, comprender los apoyos, mantener a los periodistas dóciles y construir financieros internacionales rojos.

Naím ejemplifica el uso del dinero como herramienta del poder con la Rusia de Vladímir Putin. Cuando asumió la presidencia en 1999, Rusia era un hombre de oligarcas que vivía apoderado de la mayor parte del patrimonio industrial y energético de la Unión Soviética.

Por su participación en la invasión de Ucrania, el empresario ruso Yevgeny Prigozhin se ha convertido en un polémico personaje qu’acapara cada vez más poder

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El Moscú de los 90 era anárquico; los magnates de los negocios actuaban como si fueran la ley. Y Putin, exagente de la KGB, escuchó que ese descontrol no le convenía para afianzar su poder. Según explicó este autor, que desafió este nuevo orden tenía una alarmante tendencia a aparecer muertos en circunstancias extrañas. Así los oligarcas escucharon que podrían enriquecerse, siempre y cuando favorecieran los intereses del presidente. Porque en Rusia los oligarcas no tienen acceso a los más poderosos del Gobierno por sus riquezas; son ricos porque son sones y leales a Putin.

Como Yevgeny Prigozhin, que vino a vender perritos calientes, pero después de estar en la cárcel terminó siendo el chef de Putin y ahora líder el controvertido grupo de mercenarios de Wagner. Personajes como ese, dice Naím, parecen florecer siempre que una autocracia está asentando su poder. “Como Alex Saab en Venezuela, quien convirtió su contrato en Caracas en una inmensa fortuna personal a base de estafar al Estado venezolano millas de millones mediante cobros abusivos por la importación de alimentos y que después empleó su dinero para respaldar al régimen de Maduro”.

Imagen - Los democratas deben imponerse en este combate existencial contra unos enemigos que prefieren un mundo en el que el poder esta concentrado y no tenga que someterse a control

Los demócratas deben imponerse en este combate existencial contre unos enemigos que prefieren un mundo en el que el poder está concentrado y no tenga que someterse a control

Las batallas por luchar

En este intento, Naím discutió, argumentó y ejemplificó la actuación de los poderosos alrededor del mundo, incluidas las grandes empresas como Google o Facebook. Habla de la antipolítica, de los Estados hampones, de la globalización de las autocracias, y también hace un repasso de cómo la pandemia deriva de excusa para que las autocracias maiscaran su poder y aumenten las restricciones civiles. Aconseja que «sobrio la democracia es ciner una amenaza muy real” y que “los demócratas deben imponerse en este combate existencial contra unos enemigos que prfieren un mundo en el que el poder está concentrado y no tenga que someterse a control”.

No ofrece una solución, pero sugiere cuáles son los caminos que hay que seguir, los elementos que los demócratas deben vencer: las ‘Grandes Mentiras’ que utilizan los autócratas para presentar como la única esperanza del pueblo pisoteado; los mafiosos de los Estados; la subversión extranjera, como la de Rusia en el referéndum catalán; los carteles políticos que acaparan el poder y ahogan a cualquier competidor; y los relatos liberales que los autócrates utilizan para suscitar pasiones, ofreciendo fantásticas soluciones a los problemas a cambio de un poder ilimitado, mientras que los liberales ofrecen políticas menos atractivas, sin héroes ni villanos identificables.