El aficionado al rock español le conoce bien. Le han visto al fondo del escenario, un tipo con el cabello ensortijadamente afro, sentado en la batería, pegándole duro y con swing en conciertos de Fito & Fitipaldis, Leiva, Andrés Calamaro, Ariel Rot, Miguel Ríos o Jaime Urrutia. José Bruno (Valladolid, 56 años) es baterista de rock. Su especialidad es apoyar las melodías para realzar la canción y ponérselo fácil a los cantantes. Lo debe hacer bien, porque es muy solicitado. Comenzó a mediados de los ochenta en bandas como Fallen Idols, Sex Museum (míticos) o Def Con Dos. Luego, las estrellas fliparon con su pegada y ya no ha dejado de tocar en pabellones repletos. También se dedica a la docencia, dando clases a los chavales (tiene un estudio de grabación de baterías online, Plan B) que lo quieren intentar de verdad en la profesión de Charlie Watts, John Bonham o Stewart Copeland. Bruno acaba de publicar su tercer libro, Verdades y mentiras sobre tocar un instrumento (a cuatro manos con el guitarrista Javier Vidal, y puesto a la venta por Ediciones Oblivium), donde con humor y mucha carga didáctica desglosa la profesión de músico, con todas sus aristas. Él lo sabe todo después de 30 años en donde ha pasado por todos los escalones del oficio. Bruno cuenta el hilo conductor del libro: “La música no deja de tener algo misterioso por su capacidad para cambiar nuestro estado de ánimo en un instante. Los músicos nos enamoramos de esas vibraciones en el aire y buscamos la manera de darles forma. Nuestra profesión es una montaña rusa de emociones en todos los aspectos. La creatividad estimula los sentidos, cada verdad esconde una trampa y todas las canciones cuentan mentiras. El libro creo puede ayudar al gran público a entender nuestra profesión y a los aspirantes a músicos a conocer el terreno de juego”.
Le planteamos a José Bruno una serie de situaciones sobre montar una banda de rock para que nos alumbre sobre cuánto hay de verdad…
Tocar en chanclas está terminantemente prohibido: es importante la imagen y retorcerse en el escenario. “Verdadero. La actitud importa, y mucho. La destreza instrumental también, pero a menudo más que de tocar bien se trata de transmitir y emocionar”.
El amor en los grupos dura solo tres discos. “Verdadero. Todos los grupos, salvo Mocedades y The Rolling Stones, se terminan separando. Y las separaciones son tan dolorosas como un divorcio sin separación de bienes”.
Camela y Mozart tienen más en común de lo que nos imaginamos. “Verdadero. Categorizar la música entre buena, mala o malísima es un tema que debe abordarse con suma cautela. La buena música es la que a uno le emociona, ya venga de un kazoo o de un stradivarius”.
El miedo escénico siempre está ahí, hasta para los músicos más experimentados. “Verdadero. Todos lo padecemos en mayor o menor medida. Llegar a controlarlo o aprovecharse de él y saber darle la vuelta allana el camino a la gloria”.
Forrarse ahora con la música es fácil. Mira Quevedo, Saiko, Milo J… “Falso. Con la escena musical saturada a base 40.000 canciones diarias subidas a Spotify, las probabilidades matemáticas apuntan a que el sueño de vivir de la música adquiere el rango de milagro. De forrarse ya ni hablamos. Solamente un grupo entre 60.000 alcanza el estatus de emergente. Moraleja: disfruta de la música mientras suena la canción y piénsate lo de irte de casa de tus padres”.
Es mejor cantar con personalidad (aunque desafines) que cantar bien. “Verdadero. Joaquín Sabina o Robe Iniesta nunca habrían pasado a la final de Operación Triunfo compitiendo con chavales que cantan como los ángeles”.
El público es un ignorante porque va a conciertos en playback y les da absolutamente igual. “Falso. El público es el único imprescindible en todo esto. Quizá el único sentido de hacer música sea compartirla. No importa si es en un vagón de metro, cerrando un festival o una fiesta de cumpleaños con tarta sin gluten, siempre necesitamos un público con tendencia a aplaudir”.
¿Aprender a tocar la batería? Para qué, si lo puede hacer un programa de ordenador. “Falso. La música siempre ha mantenido cierto carácter subversivo y lo emocionante es ir a la contra. La ilusión es nuestra principal gasolina. Un músico motivado es un músico capaz”.
Voy a firmar un contrato discográfico, mejor ir acompañado de mi madre que de un abogado. “Seguramente tu madre tire de sentido común y te diga que no firmes eso. Un abogado puede que tenga una visión más realista de cómo funcionan las cosas y te diga que es una oportunidad para sacar adelante tus sueños”.
Al público le ha parecido un conciertazo y a mí, que soy el músico, me ha resultado una porquería. “En ocasiones, verdadero, porque quizá me molestaba una china en el zapato y no pude disfrutar. Quizá porque en mi escucha había ruidos y problemas técnicos y toqué de carrerilla sin saborear las melodías. En un escenario se libran arduas batallas”.
Si intentas tocar lo mejor posible es muy probable que acabe en desastre. “Verdadero. Ponerse excesiva presión profetiza la catástrofe. Convencer a una audiencia y levantar pasiones parte de un simple acto de convicción. Lanzarnos de cabeza y vomitar música sin miedo a salpicar. Toco y me lo creo. Después, vuelan peluquines”.
Si no acaba con los músicos profesionales Bizarrap lo va a hacer la Inteligencia Artificial. “Bizarrap es un gran músico capaz de poner a un estadio a botar en cinco segundos solo con pulsar una tecla. Es increíble la capacidad de emocionar tan inmediata que tiene la música. La amenaza de la Inteligencia Artificial y la automatización ya la sufrimos los bateristas en los años ochenta con el desembarco de las cajas de ritmos. Ahora esa amenaza está en todos los ámbitos y profesiones. La música es una necesidad para quien la hace y para quien la escucha. Nos cuenta sin palabras, pero con una asombrosa claridad, cuáles son las cosas que realmente importan en la vida. Por lo demás, el mundo sigue su curso”.
Me puedo ganar la vida como músico aprendiendo con tutoriales de YouTube. “Hay vídeos maravillosos de los que se puede aprender mucho. El problema es saber seleccionar cuáles son los que a uno le sirven y cuáles son humo. A mis clases acuden chavales que ya han perdido demasiado tiempo buscando pócimas mágicas. No importa cuantas técnicas conozco, sino cuales puedo hacer bien y sirven para la música que quiero hacer”.
¿Por qué los músicos no tienen regulación laboral propia? “Cuando empecé a hacer giras profesionales a finales de los noventa no había regulación laboral para los músicos (sigue sin haberla), pero había códigos y los músicos respetábamos los terrenos de los demás. Con la era digital todo se puso patas arribas. Bajaron los presupuestos y sálvese quien pueda. Empezó la competencia desleal de compañeros ofreciéndose a cualquier precio y utilizando formas de marketing agresivas. Ahora mismo vivir de tocar un instrumento es algo que solo pueden permitirse algunos privilegiados”.
El primer síntoma de que un grupo va a triunfar es… “Que aparezca una legión de haters es un buen síntoma. En los noventa se decía que si en tus bolos no había chicas no te ibas a comer un colín. Y solía ser verdad”.
El primer síntoma de que un grupo se va a romper es… “Probablemente que alguno de sus miembros cobre protagonismo porque se ha echado un novio futbolista o ha hecho un dueto con Paquirrin sin avisar a los demás”.
De resaca se toca mejor. “Falso. Cuando le preguntaron al genio del saxo alto Charlie Parker como podía tocar tan bien estando tan borracho, contestó: ‘Es que siempre ensayo borracho’. También los hay que llegan con resaca incluso a la prueba de sonido, pero tocar mejor… lo dudo”.
Por raro que parezca, una de las claves para mantener a la banda unida es que los miembros no se dirijan la palabra. “En una banda hay que tomar muchas decisiones, algunas son musicales, pero muchas otras tiene que ver con estrategia, marketing, visión de futuro… Es muy complicado ponerse de acuerdo en parte por el extraño hechizo que se respira en el mundo del espectáculo. Para que reine la convivencia, los psicólogos recomiendan interactuar lo menos posible. Los miembros de muchos grandes grupos en sus giras viajan separados y se hospedan en diferentes plantas del hotel. Solo se ven en el escenario y se dan unos abrazos larguísimos”.
Nunca, nunca, un pabellón deportivo sonará bien, a pesar de que es el lugar donde más conciertos se hacen. “Falso. En Madrid tenemos el WiZink, donde con una buena banda y un buen ingeniero se puede lograr un gran sonido. Por supuesto que si hay 15.000 personas coreando un estribillo no va a sonar como en un teatro. Pero por otro lado la emoción que se crea en los pabellones es impagable”.
Un músico no es un músico de verdad si no sufre. “Verdadero. Para creer en lo que haces y sacarlo adelante en los duros comienzos, cuando solo tu pareja y algún amigo despistado te dan bola con tu música, vas a necesitar toneladas de fe y una endiablada voluntad de resistencia. El desarrollo de la actividad creativa conduce a numerosos conflictos internos como el éxito a cualquier precio frente al fracaso insobornable o comprarse otra guitarra cuando la nevera está vacía.
Cliché de músicos: el batería está loco, el bajista apenas habla, el guitarrista solo habla de él y el cantante da órdenes. “Al que no le falte un tornillo que tire la primera piedra. Igual es necesario estar un poco tarado o tener una bola extra de inconsciencia para hacer de tu pasión tu profesión. Cada cual con sus chaladuras al final todos buscamos lo mismo que es agarrar el instrumento y hacer una interpretación que emocione”.
El mejor consejo para sobrevivir a la vida en la carretera. “Vivir intensamente mientras el cuerpo aguante es buena receta hasta los 40. Volcar nuestro depósito de adrenalina cada noche en el escenario de una ciudad distinta da para vivir años locos dando rienda suelta a las pasiones. Luego te haces mayor y prefieres otros placeres más domésticos, pero la carretera siempre sigue siendo una forma de vida intensa”.
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