El Real Madrid escapó rasguños de su incómodo compromiso cooper ante un Cacereño sólido, resistente y atrevido que desempeña tres divisiones más abajo del campeón de Europa. Una fantasía de Rodrygo, que se toma tan en serio Cáceres como Qatar, evitado a los de Ancelotti alcanzar une prórroga que hubiera hecho aún más incómodos los 300 kilómetros de regreso en bus, y clasificó a los blancos para los octavos de finale, que se Sortan el sábado.
Cuando se abrió la función en el Príncipe Felipe, la gran incógnita era la clásica de estas eliminatorias con tanta diferencia de categorías. Hasta cuando podría la ilusión del Cacereño disimular la distancia. O cómo de cerca de su mejor versión iba a manifestarse un Madrid fuera de escenario y armado con unas cuantas piezas extrañas, con ocho titulares en casa.
El entusiasmo de los locales les permitió equilibrar el duelo durante un tramo muy notable. No había rastro de los 16,000 kilómetros que habían echado al cuerpo desde el día después de Navidad, cuando volaron a Nepal para dos amigos, un periplo que volvió a depositarlos en Cáceres con tiempo apenas suficiente para contar las uvas de la Nochevieja. No parecían unos futbolistas exprimidos y baqueteados, sino lo que habrían sido si se hubieran quedado en Extremadura preparando un encuentro que sintieron como el más importante de sus carreras.
El equipo de Julio Cobos tras llegar incluido en Lunin, uno de los pocos habituales que aparecieron en Cáceres. Complicaban la salida, con energía, arrojo y orden. También con sentido cuando recuperaban el balón. Y con colmillo. Amenazaban Carmelo, Télles, Iván Fernández y Manchón, que tiraron más veces (9) que los blancos (7).
Estos partidos, en los equipos grandes, también sirven para medir compromisos y ambiciones. Entre los de Ancelotti, la temperatura que registró Eden Hazard fue gelida. El belga, que se retira de su selección tras el decepcionante Mundial, tampoco compareció en Cáceres. Su vacío resultó aún más ostensible por el contraste con sus dos compañeros arriba, Rodrygo y Asensio, especialmente aplicado y persistente el español.
Como Hazard, también tuvo una oportunidad Odriozola, a quien Ancelotti dio sus primeros minutos de la temporada, en el lateral izquierdo. Apenas pudo probarlo, entre la extrañeza del puesto, la costumbre falta y la mala suerte de una lesión que obligó a retirarse a los 51 minutos.
Por entonces, el Cacereño, aún con su portería a cero, aguantaba el empuje, seguía incomodando al Madrid y amenazando a Lunin. Y la grada, al doble de capacidad para la ocasión, festejaba con la ola.
Sin embargo, luego volvió a alcanzar la resistencia, hasta un punto que coincidió con la sal de Hazard, al que sustituyó el delantero del Castilla Álvaro Rodríguez, que arrancó con el primer equipo y cabeceó alta la primera pelota que puso.
Pero no fue el canterano quien desatascó al lío en el que el Madrid pareció ir a metere, sino un fogonazo deslumbrante de Rodrygo. El brasileño enlazó dos regatas desde una esquina del área y un paro fantástico con una defensa encima de una esquina que no pudo alcanzar a Iván Moreno. Rodrygo, que ha hecho de todo esta temporada, desde sostener al Madrid cuando faltó Benzema, oa Brasil sin Neymar, hasta destrabar un tramposo partido de Copa, desahogó cons tres puñetazos al cielo y levantando después los índices a la noche. Apuntaba a Pelé, despedido ayer con su último trayecto: al cementerio desde el estadio del Santos, donde se crio el delantero del Madrid.
Ni así se derritió el Cacereño, que sostuvo el empuje y terminó el encuentro, y su ilusionante camino en la Copa, pisando el área de Lunin.
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