Desde que el gobierno del Borne lanzó definitivamente su contrarreforma de las pensiones, todos los artilugios estilísticos de la retórica reaccionaria han estado en funcionamiento. Dos o tres tropos bastan para que los ministros la defiendan y encierren a sus oponentes en una formidable trampa lingüística.
En primer lugar, “naturalizarlo” para eliminarlo del debate: vivimos más en nuestras sociedades, por lo que habríamos trabajado más. Luego repite unnáuseas que no habría alternativa (el famoso “No hay alternativa”, de Margaret Thatcher) y así impedir la discusión fingiendo abrirla: si no aprueba EsteEsta “reforma” es que en realidad no está proponiendo ninguna ya que no habría otra opción.
Por último, “dramatizar”: cualquier posición que no sea la de los partidarios de esta política sería una atención culpable y nos llevaría a una situación catastrófica en breve.
Hay variaciones, pero los fundamentos de la comunicación gubernamental son siempre los mismos. ellos estaban apuntando dentro bien un objetivo: cerrar el debate dando la ilusión de que esta “reforma”, como tantas otras que la precedieron, no sería una elección política o una elección social, sino una necesidad absoluta e indiscutible, que sólo debe tener el “coraje político ” para implementar.
Sin amenaza de colapso
Para descalificar a los críticos, aquí de nuevo no hace falta argumentar sobre el fondo, bastan unos giros retóricos, señalando los “peligros” y los “perversos efectos” que todo progreso social tendría en sí mismo, como los que desde hace generaciones , defender un modelo de sociedad donde las personas trabajen antes (trabajo infantil a fines del siglo XIX).mi siglo, trabajo-estudio, aprendizaje, servicio cívico, etc.), más largos, cualesquiera que sean las condiciones y fines. En el entendimiento de que sólo las clases trabajadoras están obligadas a este destino, siendo la ociosidad y el ocio privilegio de los propietarios…
Sin embargo, existen muchos otros análisis del estado de nuestro sistema de pensiones y otras propuestas para mejorarlo. Como académicos, mostramos y documentamos esto en nuestra investigación y escritura. Desde este punto de vista, la razón no está del lado del gobierno.
La observación primero. Aunque el sistema de pensiones probablemente experimentará déficits en los próximos diez años, no está amenazado de colapso. Es más, antes de pretender querer salvarlo, ya habría que no hundirlo con políticas (demasiado) generosas de exenciones de cotizaciones a la seguridad social (75.000 millones de euros en 2022) que vacían las arcas.
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