La Conferencia de Seguridad de Múnich ha sido a lo largo del fin de semana teatro de diálogos discretos y mensajes públicos de muchos líderes políticos acerca del conflicto entre Hamás e Israel y la desestabilización de Oriente Próximo. En la capital bávara emerge un amplio consenso de fondo acerca de la hoja de ruta necesaria: alto el fuego, liberación de rehenes, entrada de ayuda humanitaria en una primera fase con, en paralelo, puesta en marcha de un proceso que lleve al establecimiento de un Estado palestino con garantías de seguridad para Israel y la normalización de las relaciones de este con los países árabes. Estos conceptos han sido repetidos, con variaciones, por líderes árabes, europeos, estadounidenses o asiáticos. Lo que falta es, más allá de las palabras, la voluntad o la capacidad de convencer a emprender ese camino a los dos contendientes y, especialmente, al que ostenta una posición de fuerza: el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.
Lo resumió de forma muy clara la ministra de Exteriores de Canadá, Mélanie Joly: “Hay mucha gente en la política internacional que coincide en lo que hay que hacer. El problema es que no tenemos pareja de baile. Por esto es fundamental lograr un acuerdo que contemple la liberación de rehenes y aplicar presión sobre Netanyahu, distinguir entre Israel y el actual Gobierno de Israel, buscar aliados en Israel que también hagan presión sobre Netanyahu”. Este, mientras, prepara una posible ofensiva sobre Rafah, en el sur de la Franja, donde se hacinan cientos de miles de gazatíes desplazados en medio de un terrible sufrimiento humano.
Durante su trayectoria política, Netanyahu ha rechazado sistemáticamente la solución de los dos Estados y alentado con fuerza la profundización de las políticas de ocupación y colonización que erosionan la perspectiva de un Estado palestino viable. Su actual gabinete incluye líderes de ultraderecha con planteamientos muy extremos.
El fin de semana, durante la conferencia de Múnich, se supo que decidió no volver a enviar sus representantes a las negociaciones que se llevaban a cabo en Egipto, alegando que las peticiones de Hamás son “delirantes”. Este domingo, el Gobierno israelí anuncio en un comunicado su “rotundo” rechazo “a los dictados internacionales sobre un acuerdo permanente con los palestinos”. “El acuerdo, en la medida en que se alcance, se realizará únicamente mediante negociaciones directas entre las partes, sin condiciones previas”, añadía el comunicado. Muchos analistas consideran que Netanyahu tiene un interés personal en evitar que el conflicto se calme, porque ello eliminaría la situación de emergencia que le garantiza seguir en el poder.
El primer ministro catarí, Mohammed al Thani, dijo en la capital bávara que el desarrollo de la negociación, en la que su país está muy implicado, sigue una senda “no muy prometedora”. En Múnich, el presidente de Israel, Isaac Herzog, mantuvo una reunión con Al Thani, que definió como “una buena discusión”, reconociendo “el gran esfuerzo” catarí para buscar soluciones.
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El primer ministro palestino, Mohammad Shtayyeh, dijo en la capital bávara que cree que Netanyahu “continuará la guerra durante todo el año”, en una referencia que parece apuntar a una presunta voluntad de insistir hasta una posible victoria en las elecciones estadounidenses de Donald Trump, aún más favorable a los intereses de Israel que la Administración de Joe Biden. Esta, según informaba recientemente The Wall Street Journal, tiene previsto suministrar una nueva importante entrega de armamento a Israel mientras en sus declaraciones públicas le pide contención.
Opositora pero con el mismo objetivo
“Miren, yo soy una clara opositora política de Netanyahu, pero comparto el objetivo estratégico de la eliminación de Hamás”, dijo en Múnich Tzipi Livni, exministra de Exteriores de Israel, en el mismo panel en el que habló la titular de Exteriores de Canadá, evidenciando lo difícil que es buscar aliados en Israel para presionar a Netanyahu en este momento.
Livni trató de evidenciar cómo Hamás es un actor con el que no es posible negociar una paz. “No acepta el derecho de Israel a existir y es una organización terrorista que tiene como objetivo deliberado matar a civiles. Es inmoral compararlo con la acción de las Fuerzas Armadas de Israel, que se esfuerzan en evitar bajas civiles”, dijo.
El recuento de víctimas en Gaza desde el 7 de octubre, según fuentes palestinas, se halla ya en 29.000 muertos, la mayoría mujeres y menores de edad. La destrucción de las infraestructuras en la Franja es inmensa. La ayuda humanitaria que entra en el territorio ha vuelto a caer a proporciones ridículas, cifradas en Múnich en el orden de decenas de camiones, cuando se estima que se necesitan alrededor de 500 diarios.
Por supuesto, la debilidad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y el radicalismo de Hamás hacen que también por el lado palestino falte una adecuada “pareja de baile”, en la metáfora usada por la jefa de la diplomacia canadiense. Shtayyeh desvió las preguntas acerca de la patente ineficacia de la ANP, acusando a Israel de una sistemática acción para debilitarla. También le echó la culpa por la falta de elecciones en Palestina durante casi dos décadas, recordando que Israel impidió votar en Jerusalén Este en un amago de elecciones hace unos años. “Aquí la cuestión no es la ineficacia o la falta de reformas de la ANP. No miremos los síntomas, miremos la raíz. El problema es la ocupación”, dijo.
Convocatoria de Rusia
Shtayyeh informó de un significativo movimiento político de Rusia que, según comentó, ha convocado “a todas las partes palestinas” a una reunión en Moscú el 26 de febrero. “Veremos si va Hamás. Nosotros estamos preparados para trabajar. Necesitamos unidad palestina”, dijo Shtayyeh, que sin embargo recalcó que otra cosa diferente es la perspectiva de una integración dentro de la OLP, para lo cual deben satisfacerse criterios políticos que Hamás no cumple. El primer ministro palestino sostuvo que actualmente no hay comunicaciones entre Fatah y Hamás, que cortaron relaciones en medio de un violento conflicto después de las elecciones de 2006, que ganó Hamás.
Rusia parece así tratar de integrarse en una actividad mediadora en la que, hasta ahora, han tenido protagonismo EE UU y varios países árabes.
La Unión Europea, por su parte, ve su eficacia en esta cuestión mermada por las divisiones internas. El alto representante de Exteriores y Seguridad de la UE, Josep Borrell, reconoció en Múnich que, si bien hay una voluntad compartida con respecto al objetivo de los dos Estados, el grupo adolece de “dispersión de iniciativas”, con varios actores “que quieren jugar su propio juego”. España e Irlanda han pedido que se estudie la posibilidad de revisar las relaciones con Israel si se detecta un incumplimiento de obligaciones de derechos humanos, pero la iniciativa se perfila más como un gesto político que como una acción con grandes posibilidades de recorrido real.
El ministro de Exteriores de España afirmó en Múnich que “la seguridad para los israelíes y la esperanza para los palestinos van entrelazadas de manera inseparable. La esperanza para los palestinos es un Estado que incluya a Cisjordania y Gaza, conectados por un corredor y gobernado por una única Autoridad Palestina”. La referencia al corredor resulta especialmente polémica desde el punto de vista israelí.
Las intervenciones en Múnich de la vicepresidenta de EE UU, Kamala Harris, y del canciller alemán, Olaf Scholz, pusieron el acento en el derecho a defenderse de Israel. No manifestaron de forma explícita ni dejaron atisbar una disposición a un incremento sustancial de la presión sobre el Gobierno de Netanyahu si su ofensiva militar sigue causando un sufrimiento civil que el presidente Biden ha calificado como excesiva.
A falta de mayor presión, Netanyahu prepara una nueva fase de la ofensiva dirigida a la zona de Rafah. Los ministros de Exteriores de Egipto y Jordania insistieron en Múnich que sus países no aceptarán un desplazamiento forzoso de los gazatíes a sus territorios. Los palestinos, por supuesto, tampoco lo quieren. Guardan en la memoria que cuando dejaron sus tierras hace siete décadas nunca pudieron volver. Pero en Gaza ya no hay ningún otro sitio a donde ir.
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