Irán celebra elecciones con el temor a que un récord de abstención refleje el malestar de la población | Internacional

Vientitantos años, delgada, menuda, pelo largo y oscuro suelto, vestida con vaqueros y una camiseta. Esa es la descripción de la joven que el pasado martes, a las 17.30 de la tarde (15.30 en la España peninsular), se acercó a un equipo de la televisión pública iraní en Teherán, en el cruce de las céntricas avenidas de Vali Asr y Azadi. La chica se arrancó el velo obligatorio y la camiseta delante de la cámara y, en sujetador, empezó a ondear la prenda sobre su cabeza y a gritar: “Elecciones sin votos” y “[los iraníes]no votaremos”. Según el relato de dos testigos al que accedió este diario, miembros de las fuerzas de seguridad iraníes le propinaron una paliza mientras trataban de taparla con un chador, el sayo negro que cubre a las mujeres de la cabeza a los pies. Luego la arrastraron hasta una furgoneta, que arrancó con ella a bordo.

Las cámaras estaban allí para informar sobre un debate de estudiantes acerca de las dos elecciones que se celebran este viernes en Irán: las legislativas y las de la Asamblea de Expertos, el organismo que se renueva cada ocho años encargado de elegir al sucesor del líder supremo del país, algo que podría suceder en este mandato; el actual, el ayatolá Alí Jameneí, tiene 84 años. Ambos comicios son los primeros que se celebran en el país tras las protestas desatadas por la muerte el 16 de septiembre de 2022 de Mahsa Yina Amini, una joven kurda que, tres días antes, había sido detenida en Teherán acusada de no llevar bien colocado el hiyab. Su fallecimiento bajo custodia policial desató una oleada de manifestaciones contra el régimen, sofocadas con una represión que costó la vida al menos a 500 personas, según las ONG iraníes de derechos humanos en el exilio. Otras 22.000 fueron detenidas y ocho hombres jóvenes fueron ahorcados.

El rechazo que plasmaron esas protestas sigue patente en gestos de desobediencia civil como el de las miles de iraníes que prescinden del velo. A ese desapego se suma una grave crisis económica con una inflación que ronda el 50%. En este contexto, el reto para las autoridades es lograr un dato aceptable de participación. Sobre todo porque el resultado de la votación se conoce de antemano: una abrumadora mayoría de ultraconservadores en el Parlamento y un control total de esos candidatos de la Asamblea de Expertos. La preselección previa de aspirantes a ambos organismos por parte del régimen ha eliminado cualquier otra posibilidad, pues casi todos los candidatos reformistas, quienes consideran que el sistema político iraní puede ser cambiado desde dentro, han sido vetados.

Desde que el fundador de la República Islámica de Irán, el ayatolá Ruhollah Jomeini, sentenciara en 1979 que el voto popular es “la medida de las políticas del Estado”, los dirigentes del país han utilizado los datos de participación en pasadas citas electorales, en ocasiones superiores al 70%, para legitimarse. El experto iraní Saeid Golkar, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Tennessee (Estados Unidos), lo describe como una “fachada de democracia” en la que se ponen las urnas, pero estas no deciden el reparto del poder, “al igual que hacen otros regímenes autoritarios”.

“Fachada de legitimidad”

“Las instituciones electas en Irán solo están ahí para proporcionar esa fachada de legitimidad. No tienen otra función, además de permitir un reparto clientelar de la riqueza entre los seguidores del régimen y particularmente del ayatolá Jameneí”, precisa este experto.

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Si, como auguran los pronósticos, un número muy elevado de los 61 millones de electores iraníes se abstiene de votar, ese mecanismo de legitimación quedaría desbaratado. La crisis de legitimidad del régimen, que ya plasmó el mal dato de participación de los comicios de 2020 (42,57%), se ahondaría. La represión de las protestas provocadas por la muerte de Mahsa Amini es otro factor que apunta a que este viernes esa cifra podría ser aún menor, recalca Golkar: “Cada nuevo ciclo de represión convence a más y más iraníes de no acudir a votar porque saben que nada va a cambiar”.

Según un sondeo de la oficialista Agencia de Sondeos de Estudiantes Iraníes (ISPA), menos del 28% de los electores iraníes estaban seguros de ir a votar en diciembre. Otra encuesta de la misma agencia de este miércoles eleva ese dato al 41%, mientras que otro estudio de opinión del centro Middle East Institute, con sede en Washington, calcula la afluencia a las urnas en el 34% del electorado. Golkar considera que esas cifras serán incluso inferiores en grandes ciudades como Teherán, donde cree que la participación puede desplomarse a entre el 10% y el 15%.

El politólogo Ali Alfoneh, del Instituto de los Estados Árabes del Golfo en Washington (AGSIW, en sus siglas en inglés), apunta: “En Irán, el mero hecho de participar en las elecciones, independientemente de a quién vote el pueblo, es percibido por el régimen como una renovación de la lealtad” al líder supremo, asegura. Desde Teherán por teléfono, el iranólogo Raffaele Mauriello, profesor de la Universidad Allameh Tabataba’i, destaca que el voto “es un elemento fundamental de legitimación en el sistema político iraní, junto a otros como el de la legitimidad religiosa”.

El martes, el líder supremo instó de nuevo a votar y definió a quienes llaman a la abstención como “enemigos de Irán”. Este jueves, el medio iraní en el exilio Iranwire divulgó la detención de 50 blogueros en la provincia noroccidental de Azerbaiyán. Se les acusa de “incitar a la abstención”.

Sin oposición

Tanto los más de 15.000 aspirantes a los 290 escaños del Parlamento como los 144 candidatos a uno de los 88 puestos en la Asamblea de Expertos han sido preseleccionados por el Consejo de Guardianes, una institución integrada por 12 jurisconsultos islámicos, de los que seis son elegidos directamente por Jameneí. La inmensa mayoría de los candidatos reformistas habían sido descalificados previamente, por lo que ni siquiera han podido presentarse a las elecciones. Solo cerca de una treintena han sido autorizados a concurrir, de los que previsiblemente serán elegidos aún menos, por los que su presencia en el Parlamento será irrelevante. Incluso algunos candidatos conservadores han sido descartados por no ser considerados lo suficientemente leales al líder supremo.

La preselección de candidatos para la Asamblea de Expertos ha sido aún más restrictiva que para el Parlamento, en lo que algunos analistas interpretan como un intento de preservar el statu quo tras la muerte del líder supremo. Incluso el expresidente Hasán Rohaní ha sido vetado para la reelección en esa Asamblea que elegirá al sucesor de Jameneí.

En esas circunstancias, el Frente de la Reforma, que agrupa a una veintena de organizaciones reformistas, ha renunciado a concurrir a unas elecciones que ha descrito como “sin sentido, no competitivas, libres ni justas”. Este jueves, los sindicatos de profesores han pedido a los docentes que no voten, según la edición en persa de la emisora Voice of America.

Las activistas que apoyaron las últimas protestas contra el régimen han llamado también al boicot. La premio Nobel de la paz de 2023 Narges Mohammadi publicó a principios de esta semana una carta con esa petición en su cuenta de Instagram: “Boicotear las elecciones bajo un régimen religioso despótico no es un acto político, sino una obligación moral para los iraníes amantes de la libertad y que buscan justicia”. Mohammadi cumple una pena de 10 años de cárcel en la prisión de Evin, en Teherán.

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