El presidente Joe Biden ha puesto por primera vez fecha a la posibilidad de una segunda tregua en Gaza: “Mi esperanza es que para el próximo lunes tengamos un alto el fuego”. Estados Unidos es uno de los países mediadores en las negociaciones que han cobrado impulso en los últimos días y de las que ha salido una propuesta que estudia ahora mismo Hamás: seis semanas de alto el fuego para canjear 40 (de los más de 130) rehenes en la Franja por la excarcelación de 400 presos palestinos y un incremento de la ayuda humanitaria a una Gaza hambrienta. Mayed al Ansari, portavoz del Ministerio de Exteriores de Qatar, donde se desarrolla este martes el diálogo, se ha manifestado “optimista”. Israel y Hamás, no tanto.
“Mi asesor de seguridad nacional [Jake Sullivan] me dice que estamos cerca. Estamos cerca, aunque no hemos terminado”, dijo este lunes Biden a un grupo de periodistas en Nueva York. Las declaraciones confirman que las partes vienen reduciendo poco a poco sus diferencias en torno a un segundo alto el fuego, tras el que duró una semana el pasado noviembre, en contraste con las declaraciones públicas de sus líderes, que en el caso israelí tienen mucho de calentamiento ante las elecciones que probablemente se celebren este mismo año. A principios de mes, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, calificó de “delirante” que Hamás exigiese 135 días de alto el fuego, la excarcelación de hasta 1.500 presos palestinos y la negociación indirecta del fin definitivo de la guerra a cambio de la entrega de todos los rehenes. Hace dos semanas, de hecho, ordenó a la delegación negociadora quedarse en el país porque Hamás mantenía sus demandas.
Unos y otros se culpan desde entonces del estancamiento. El domingo, el líder de Hamás, Ismail Haniye, reivindicó la “seriedad y mucha flexibilidad” que están mostrando y lamentó que Israel “arrastre los pies”. Netanyahu, en cambio, puso la pelota en el tejado de los islamistas y señaló que viven “en otro planeta” con sus demandas. Este lunes, de hecho, emitió un comunicado ―en el que anuncia la presentación de un plan militar para evacuar a la población de Rafah, en el sur de la Franja, de cara a la invasión― que parece más orientado a presionarlos a hacer concesiones que a informar al público.
Lejos de los micrófonos, en cambio, una reunión el pasado viernes en París de la parte israelí con los tres mediadores (Qatar, Egipto y Estados Unidos) alumbró la propuesta que analiza ahora Hamás. Consiste en seis semanas de alto el fuego para canjear 40 rehenes civiles: mujeres, menores de 19 años, mayores de 50 y enfermos. A cambio, Israel excarcelaría a 400 presos palestinos (una ratio tres veces mayor a la del primer canje, pero muy por debajo de anteriores), permitiría que entre más ayuda humanitaria a Gaza, reubicaría tropas y dejaría regresar a ver el estado de sus casas a los residentes de zonas evacuadas que no tengan edad de combatir, informa la agencia Reuters. Una fuente oficial israelí ha indicado al Canal 12 de televisión que prevé que Hamás rechace la propuesta y ha hablado solo de “avances lentos”, mientras que un cargo islamista ha matizado que aún “quedan muchas posiciones por acercar”.
En cualquier caso, el formato actual del diálogo, conocido como conversaciones de proximidad, solo suele aplicarse cuando hay unas líneas maestras de acuerdo y se avanza más en los detalles. Los representantes de Israel y Hamás no se reúnen directamente, pero sí están en la misma ciudad y se van entrevistando por separado con los mediadores, lo que agiliza el proceso.
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La importancia del Ramadán
Uno de los elementos que impulsa el diálogo es la cercanía del mes sagrado musulmán de Ramadán, en el que suelen aflorar las tensiones en Oriente Próximo. Este año, comienza el 10 de marzo. Ya hubo una escalada de violencia el anterior, después de que la policía penetrase con violencia dos veces en la Mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén. Este año, la sensación es que puede ser la tormenta perfecta para que brote toda la tensión acumulada entre los palestinos por la suma de las 30.000 muertes de Gaza, un número inédito de víctimas mortales por redadas y ataques de colonos en Cisjordania y la pérdida del sustento económico de decenas de miles de jornaleros de la construcción y la agricultura, que llevan con los permisos de trabajo en Israel y los asentamientos judíos congelados desde el ataque masivo de Hamás el 7 de octubre.
Más aún cuando, según medios israelíes, Netanyahu apoya la propuesta de su titular de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, de limitar ampliamente el acceso a la Explanada de las Mezquitas incluso a los israelíes de confesión musulmana, cerca de un 20% de la población. No hay aún decisión oficial al respecto. Ramadán ya es un mes de celebración en el islam, así que Estados Unidos empuja para que vaya acompañado de un alto el fuego y los reencuentros con los reclusos liberados.
Washington quiere arañar primero un cese de hostilidades temporal para luego negociar uno definitivo y convencer a Israel de que no retome los bombardeos. “Hay un entendimiento de que la pausa de mes y medio se utilizaría no solo para regular la vida en Gaza, sino también para conversaciones sobre un acuerdo global, que Estados Unidos, Arabia Saudí e Israel quieren”, señalaban este martes fuentes israelíes conocedoras de la negociación al diario Maariv. Estas fuentes hablaban de un pacto permanente para poner fin a la guerra por el que Hamás deje de controlar Gaza, sus líderes y mandos se exilien a otro país y los milicianos entreguen sus armas. Justamente, la dimisión en la víspera del Gobierno de la Autoridad Nacional Palestina allana el terreno a la formación de un Ejecutivo de tecnócratas que pueda reasumir el control de Gaza, en manos exclusivamente de Hamás desde 2007. Es lo que pretende Estados Unidos y rechaza Israel.
Netanyahu insiste públicamente en que ningún alto el fuego, por largo que sea, significará el fin de la guerra, sino una pausa hacia la “victoria total”, que pasa por invadir Rafah, previa evacuación forzosa de más de un millón de palestinos allí desplazados. El domingo, aventuró que la “fase de combate intenso” durará “unas semanas, no meses”, una vez que las tropas penetren en Rafah.
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