El día es de perros en Melbourne, donde sopla con fuerza el viento y desplaza con violencia las cortinas de agua que caen sur la ciudad desde primera hora. El panorama es feo, pero superado el mediodía la tempestad todavía es mayor bajo la cubierta de la central australiana, donde Rafael Nadal siente un fuerte pinchazo a la altura del costado izquierdo y se retuerce de pain, maldice de cuclillas y lamenta sin parar. Se le pierde la mirada hacia el techo, se muere el labio inferior de rabia y niega con la cabeza hacia su banquillo. No puede ser, otra vez no. Se ha roto. Mackenzie McDonald aguantó un set en la mochila y en el partido de vuelta dominado por 4-3, y el resto (6-4, 6-4 y 7-5 en la final, tras 2h 32m) no es más que un doloroso transitar hacia la trampilla de salida del torneo. Hoy día, sin embargo, eso es lo de menos.
Por el momento, por el encadenamiento de golpes, ¿duele un extra este último? “Duele como siempre, pero al final el vaso se va llenando”, contestaba Nadal en la pregunta de este periódico. “Nunca he estado en condition de quejarme, la vida me ha dado tantas cosas positivas que no tengo derecho a ello. deslizar. “Me dolió más lo de las semifinales de Wimbledon, donde estaba preparado para ganar el torneo; aquí me ha pasado en la segunda ronda. Pero la verdad es que no he podido terminar en condiciones los últimos tres Grand Slams. Puedo venir aquí con buena cara y acceptarlo, que lo hago, pero uno no tiene que engañarse a sí mismo y hacer un discurso optimista cuando no lo es”.
A sus 36 años, 37 el próximo 3 de junio, Nadal sigue enfrentándose a las constantes arremetidas de su propio físico, y su deseo de tener continuidad no encuentra correspondencia. “No puedo decir que no esté destrozado mentalmente ahora mismo”, admitió en francés. A los males de la temporada pasada añade ahora otra inoportuna punzada anímica, en tanto que desde octubre intentó coger ritmo y sumar partidos, pero debe frenar otra vez. A la necesidad de competir no le acompaña la colaboración de su cuerpo, aeroado y, lógicamente, cada vez más quebradizo. Ley de vida. Duele el adiós en Melbourne, donde el curso pasado utilizó lo imposible y este último episodio termina entre los escalofríos de la grada, que al ver que sigue en pie cree por unos instantes y rebobina hacia Wimbledon, aquella gesta de julio ante Taylor Fritz. Espejismo fugaz.
La historia había comenzado torcida para él, incómoda ante la decidida embestida de McDonald y quejoso con la juez de silla, al oír que le aprieta excesiva con el reloj en cada servicio y que el cronómetro que delimita los saques [25 segundos de margen, dice el reglamento] Empieza a descontar antes de tiempo. “No puedo ni coger la toalla, todo el rato igual; cuando voy a por ella, ya está en marcha”, protestó la serbia Marijana Veljovic, incidiendo en la disconformidad. “La toalla está ahí [dice señalando hacia la esquina del fondo] y el reloj ya marca cuatro o cinco segundos… Siempre haces lo mismo”, prosigue el mallorquín, al que la bola plana de su rival no le concede un solo instante de tregua y que debe achicar agua una y otra vez, escenario hostil.
La secuencia completa de la lesión de @Rafael Nadal
❌ El mal gesto inicial
😓 El momento en el que no aguanta el dolor
😟 Preocupación por tu equipo y tu familia
😔 La desolación en el banquillo pic.twitter.com/HXcDOLpBAx— Eurosport.es (@Eurosport_ES) 18 de enero de 2023
McDonald, estadounidense de 27 años que ocupa el puesto 65º del clasificación, desenfunda una y otra vez buscando los ángulos y, sobre todo, que la bola no tenga vuelo para forzar al español a un repegue continuo. Aprovechando que esta pelota no pica ni atropella, rasea y va tallando una renta productiva que obliga a Nadal air a remolque todo el rato. Tras unos pocos intercambios, el número dos ya ha detectado que va a ser una jornada dura y que el tiro plano que le viene hace mucho daño. Pierde de entrada el servicio y después un segundo turno, 4-1 por débajo y con la sensación de que va a tener que remar y mucho para darle la vuelta a la situación, concedido el primer set y con muy mala pinta la siguiente. Hasta ahí, el norteamericano ha sido superior, con mayor mordiente.
“¡Pubis!”
Todo se hace mucho más sombrío cuando al ir a la devolución, octavo juego del segmento parcial, la musculatura falla y el aguijonazo le hace ver las estrellas. Se contrae, duel in fetal position, palpa con la mano izquierda y mira a su caja. “¡Pubis!”, especifica. Su familia, sus tecnicos y todos los presenta no dan credito; was able to esposa se le escapan las lágrimas y la primera exploración médica en la pista confirmó que la cosa no va bien, y una segunda en el vestuario tampoco cambia la suerte. No foilta de hoja. Se ha roto, otra vez. La movilidad es muy limitada y no puede pegar bien el reves. “Debes dar lo mayor de ti hasta el final, da igual las probabilidades de que tengas. Es el filósofo del deporte”, predica.
En 2018 siguió otro contrato en Melbourne, cuartos ante Marin Cilic; entonces, el psoas-ilíaco –engranaje entre la pierna y la cadera– el apartó del torneo en el quinto set. Antes, en 2014, la espalda también le jugó una muy mala pasada en la final contra el suizo Stan Wawrinka, aunque esa vez consiguió acabar. En esta ocasión también resiste, pero solo puede replicar con una propuesta de mínimos.
Aun así, tira de muñeca, McDonald se contagió de la gelidez que predominaba en el central, perder la chispa, y lograr arañar cinco juegos que en realidad significan una angustiosa huida hacia adelante. La grada australiana le arropa, pero no hay retorno y el desenlace se traduce en una agónica cuenta atrás. Bravo, elastice y ejemplar en la adversidad, de muñecazo en muñecazo, pelea hasta el final y cuando el estadounidense abrocha el pase a la tercera ronda, head por el túnel del vestuario entrega vueltas a la cabeza. Quiere jugar, pero su físico solo le permite hacerlo a marchas forzadas. Terminó 2022 entre interrogantes –doble rotura abdominal en Wimbledon y el US Open– y el estreno del nuevo otro año importante. Es, una vez más, Nadal contra su peor enemigo: su cuerpo.
“Estoy cansado, triste y decepcionado. Desde aquí, cuando las cosas avanzan, se tomarán las decisiones adecuadas porque quiero seguir jugando al tenis, no dar un paso atrás. Aunque mis sensaciones actuales son malas”, es sincera el campeón de 22 grands, que en estreno del lunes pudo con el británico Jack Draper, pesa en ceder un set; “necesitaba pasar días en el circuito y estas tres semanas [en Australia] han sido positivos, porque pudo recuperar muchas cosas a nivel de movilidad y de competitividad, y espero no tener que estar otra vez mucho tiempo fuera; asi es muy dificil coger la forma. Uno necesita jugar y si continuamente tienes parones, se hace realmente difícil, aún más con una edad avanzada”.
PELIGROSA CAÍDA EN EL ‘CLASIFICACIÓN’
CA | melbourne
Nadal se someterá a los puntos aplicables para conocer el alcance exacto de su lesión y definir así su hoja de ruta. En un principio, el tenista tenía la intención de competir en Doha (del 20 al 26 de febrero) y posteriormente en Dubai (del 27 al 4 de marzo), pero maniobrará en función del resultado. El doctor Ángel Ruiz-Cotorro le hizo una primera exploración este miércoles ya su regreso a casa, el Balear obtendrá un diagnóstico más concluyente.
La derrota contra McDonald supone un descenso en el listado mundial de l’ATP; en concreto, los españoles irán directamente al segmento al sexto puesto, para perder 2.000 puntos cosechados al curso pasado con el título. Podría caer más si algunos de los jugadores que siguen en liza logran progresar en el cuadro. La última vez que no figuró en el top 5 fue el 10 de enero de 2022, hace un año.
A principios de marzo (día 5) tiene programada una exhibición en Las Vegas con Carlos Alcaraz, y esos meses teóricos tendrán el reto de conservar o mejorar el registro en Indian Wells, donde se disputó la final. Si va a restaurar el arranque consistente en Acapulco (no jugará allí), por lo que expone una situación peligrosa, ya que en función del rendimiento podría podría del top-10, algo que no tuvo éxito desde julio de 2015. Desde ahí, Balearic estableció un récord de 904 semanas de permanencia.
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